Buscando información sobre algunas zonas de Sicilia, y soñando siempre con
ese gran viaje por el Mediterráneo, encontré en la prensa una serie de notas
periodísticas que recuerdan las imágenes de otros viajeros: Goethe, Sthendal, Thomas
Mann, Tennessee Williams, D.H.Lawrense y Paul Theroux entre otros. Un
recuerdo de personas que buscaban en sus misteriosas ruinas recrear
sentimientos probablemente experimentados en otras lecturas.
Otros ojos, probablemente, tan románticos como los anteriores y los míos, han
encontrado otras ruinas, con otros fantasmas: en la pequeña ciudad de Giarre en
la costa de Catania, entre cipreses y
olivos se puede ver un estadio de polo, dónde nunca se jugó ningún partido. El
proyecto pensado para albergar 22.000 espectadores (en una ciudad de poco más
de 26.000) se ha convertido en un esqueleto de cemento desperdiciado. Es allí
donde un grupo de artistas “Alterazioni Video”
ha organizado un festival, para recaudar dinero que posibilite la construcción
de un parque para ser visitado por los turistas del siglo XXI. Gracias a un
premio obtenido en un festival de cine, están rodando una película de ciencia
ficción con la colaboración del gran
antropólogo francés Marc Augé quien comenta sobre el mismo: “es un panorama totalmente irreal,
estos edificios frustrados son la negación del sentido de tiempo y de espacio.”
Estamos frente a otro tipo de monumentos “distintos a las ruinas romanas: en
Roma o Pompeya se percibe el paso del hombre, se siente que hubo un tiempo en
que mujeres o niños utilizaron aquel espacio. Estos parecen hoteles preparados
para extraterrestres”
¿Qué se busca con esta conservación?: denunciar una época de estafa
inmobiliaria, resaltar la inestabilidad de los tiempos que corren o reforzar la
idea romántica de los viejos imperios que levantaron grandes obras públicas?
Augé asegura, que la idea es darle uso artístico: como forma de preservar
nuestros errores.
Frente a esto nos surge nuevamente
esa gran pregunta que no abandona al hombre moderno:
¿es esto arte?